EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON (David Fincher)

Es lo que tienen estas historias más grandes que la vida, norteamericanas, con caras guapas de estrellas de Hollywood, condescendientes, moralizantes y perseguidoras de oscars, que uno las ve, las mastica en la sala -con más o menos aburrimiento-, las digiere en cinco minutos, y cuando llega a casa ¡voilá!, se me olvidó la peli para siempre. Así de dura ando con esta gran recibidora de halagos de crítica y el público. No quedó casi nada en mí de ella. Ni su mensaje, manido hasta el hastío, ni sus fotogramas ampulosos, ni sus diálogos predecibles. Repiten mucho que no se sabe en la vida lo que pasará, pero la verdad es que en esta peli sí se sabe, y se hace larga, aburre a ratos incluso.

Las interpretaciones me dejaron congelada. Y es que la mitad del tiempo los dos actores principales tienen caretas o incluso cuerpos infográficos, y la otra mitad no debían estar inspirados o no tener química o que sé yo, pero Pitt y Blanchet me consta que lo han hecho mucho mejor otras veces. En el caso de Blanchet además no consigue ser seductora como requiere el papel, su cuerpo desgarbado no está hecho para él, igual que no está hecho para danzar.

Todas las historias paralelas el guionista no ha sabido entrelazarlas con el argumento principal. Hablo por ejemplo del relojero, del capitán artista o de la nadadora. Aparecen como satélites de Benjamin y podrían haber sido ellos o cualquiera otros porque están a años luz. Estaría bien comprobar si éstas son herencia del libro de Scott Fitzgerald y si su conexión es tan pésima.

Lo que más recuerdo es esa secuencia azulada, prodigio narrativo, donde Fincher nos explica como funcionan las casualidades. Me gustó como rodó esa concatenación de sucesos triviales que causan los grandes sucesos.

Ahí está este director que me gusta, pinchando en hueso en mi opinión. Le daremos otra oportunidad, sus juegos, sus clubs de lucha, sus habitaciones de pánico y por supuesto su gloriosa Seven, bien lo merecen.
En resumen, una muy buena idea de partida, que sin tantas pretensiones formales y mejor dirección y elección de actores, hubiera dado una gran peli de género fantástico o drama, según se orientara. Y el que quiera fantasía que vea Wall-e, el que busque duelos interpretativos que mire La Duda, los sedientos de romances al límite que se atrevan con The Reader y los grandes directores que los aprecien en Revolutionay Road o en El Intercambio. Pero los oscars amigo, los oscars y la gloria serán para el impostor de Benjamin Button.