4 MESES, 3 SEMANAS, 2 DÍAS (Cristian Mungio)

Esta tremenda obra de arte podría ser teatro filmado; por esos interminables planos fijos en los que los actores desarrollan a sus terribles personajes con la seguridad y la elegancia de saberse llenos de ellos, indistinguibles de ellos; por ese guión que no parece guión, sino los movimientos espontáneos de los acorralados, de los que no tienen suerte. Podría ser teatro filmado; pero es la vida filmada. Con toda su dureza y también su grandeza Yo no he visto la bobadita que parece ser Juno, pero un amigo que ha visto las dos, me las comparaba por tema común, ¿es posible que en el mismo continente haya una desproporción tan angustiosa de formas de vida, de posibilidades de vivir medianamente bien y ser feliz? Claro que es posible, y nada como este tipo cine-denuncia para exponerlo tan claramente. Película de terror, el de verdad, el que nos provoca comprobar la maldad infinita de nuestros semejantes. Un personaje, no haré spoiler con él, es la maldad que nace de la necesidad que provocan los gobernantes de un país para hacer de forma ilegal lo que debería ser legal y estar controlado.

Imprescindible visionar la palma de oro en Cannes sabiendo el contexto histórico visto por su director: “En 1966 fue impuesta en Rumania una ley que prohibía el aborto. El efecto fue inmediato: La tasa de natalidad aumentó mucho después de ese año. La media de niños por clase pasó de 28 a 36. Cuando fui al colegio éramos varios Cristian en la clase, como si no hubiera nombres para todos. Las mujeres no tardaron en recurrir al aborto ilegal. Cuando acabó la era comunista más de 500.000 mujeres habían muerto por abortar ilegalmente. En este contexto el aborto perdió su connotación moral; se veía más como un acto de rebelión y resistencia contra el régimen. Una de las primeras medidas en 1989 fue legalizarlo. Todavía hoy se usa como método anticonceptivo en Rumanía, con más de 300.000 casos declarados anualmente.”