LOS ABRAZOS ROTOS (Pedro Almodóvar)

Veo como Pedro Almodóvar tiene oficio, mucho. Tengo la sensación, tras unos días de ver éste su último trabajo, de que me han dado gato por liebre. Y empiezo a pensar si no me lo habrá dado en otras ocasiones. Salí del cine encantada, me gusta como rueda el manchego, me mantiene pegada a la butaca y me creo sus historias inverosímiles y sus locuelos personajes de novela negra barata porque me los quiero creer, porque disfruto como una enana. Pero luego me pongo a pensar y la verdad es que le encuentro a Los Abrazos Rotos no pocos errores. Tampoco era para tanto vaya. Ya estamos acostumbrados a sus argumentos melodramáticos tipo culebrón y eso, lo que pasa es que esta vez el guión hace aguas a ratos. Hay sucesos y actitudes que no se explican y se usa demasiado la elípsis para mi gusto. No es que no se entienda, es que el guión no describe lo suficiente a los personajes, su pasado y sus motivos. Tal vez Almodóvar no debiera dejar la comedia tan reducida en sus films. Se echa en falta aquí algún momento más hilarante, como sólo él los sabe hacer. El final apoteósico de Carmen Machi (que "monstrua") y las tomas de la lectora de labios me saben a poco.

Pero en fin, este nuevo ejercicio de cine dentro del cine me ha gustado en general. Me recordaba a La mala educación. El amor al cine como vehículo de la mayor expresión, como forma de entender la vida, está patente en toda la cinta. Y es que ya lo dice Harry Caine, que a ratos parece el alter ego del director: "Las películas hay que terminarlas". La música es excepcional, Alberto Iglesias hace un trabajo que se recuerda, y la compenetración con las secuencias es impecable. Me matan muchos de los encuadres, picados de escaleras, cámaras casi en el suelo, vistas en primera persona, espejos, miradas, etc, etc. Y bueno, en resumen, bajó un poco el listón pero no quedó mal del todo.