La serie más sorprendente y original que había visto en mucho tiempo
volvió con una segunda temporada aun más original y sorprendente, se han
superado los tíos. La fórmula ha sido mantener el horror como tema y a
la mayoría de actores. Lo que cambia es la historia completamente y los
personajes. De hecho en realidad se contempla como una serie distinta de sólo una temporada como la anterior American horror story. Esta vez nos encontramos ante las ruinas de un abominable
edificio estadounidense, la mansión Biarclift en sus "días de gloria", que fue hospital psiquiátrico y
cárcel regentado por la Iglesia. La acción se
traslada a los años 60, en el máximo apogeo de la institución, cuando
los electro shocks, la inmundicia, la maldad más absoluta, los
experimentos con humanos y las torturas psicológicas y físicas campaban a
sus anchas por sus aterradoras salas y cubículos. Hay que tener
entereza de ánimo y tragaderas para ver los primeros capítulos,
advertidos quedan de que son de lo más desagradable que he visto jamás.
Pero el premio si se consiguen acostumbrar es mayúsculo. Ya quisieran
las pelis de cine de terror tener a los guionistas de esta serie. La
historia avanza de forma coral, describiéndonos unos personajes
inolvidables en lucha permanente consigo mismos o contra la maldad. La
ambientación, la música, todo ayuda a crear un clima en el que te
sumerges morbosamente hechizado. Disfruten esta pesadilla de calidad y
comprueben que si el terror que producían los fantasmas de la primera
temporada era espantoso, no es nada comparado con el que pueden producir
tus propios semejantes.
Es un rotundo y perturbador 9, ganando al 8 de la serie anterior.